Este blog es, en realidad, un Bloc de Notas, donde apunto todo lo de interés que encuentro. Soy un masón nacido en Madrid. Aquí está, pues, mi hoja de ruta, donde consulto, entre muchos otros, el blog de Javier Otaola, de Ascensión Tejerina, Masonería Siglo XXI, La Gran Logia Simbólica Española, Pensamiento Masónico, El Observador Masónico, El Masón Aprendiz.. Actualidad Masónica y todo aquello que cae en mis manos, que no es poco. Mi objetivo, nada original: un camino ético donde encontrar sentido a una vida que, en este Siglo XXI, se antoja oscura y medieval en sus instintos, por mucho que nos quieran decir lo contrario. Soy progresista y agnóstico. Creo en la libertad individual y en la igualdad y la solidaridad, como focos para caminar. MD.

viernes, 5 de febrero de 2010

Masonería y Nuevas Tecnologías

Visto en El Masón Aprendiz. Artículo de Jordi Farrerons. S.·.G.·.M.·. Gran Logia Simbólica Española.
En la última reunión de CLIPSAS (Centro de Comunicación y de Información de las Potencias Masónicas Firmantes del Llamado de Estrasburgo, según sus siglas en francés) celebrada en Bucarest (Rumania) el pasado mes de mayo y como interviniente en el coloquio propuesto “Como usar las nuevas tecnologías para la difusión de los valores de la masonería en el mundo profano”, el Gran Maestro (presidente) de la Gran Logia Simbólica Española Jordi Farrerons presentó una plancha o trabajo que reproducimos.
Si hubiera que definir la actual sociedad de la información (sociedad que, no olvidemos, engloba de manera casi exclusiva los países del mundo industrializado) habría que concluir que, como rezaba la canción, «el futuro ya está aquí». Internet, la Red de Redes, ha supuesto la más grande revolución tecnológica desde, seguramente, la primera emisión televisiva. La comparación es muy adecuada porque, como veremos, ambos inventos reconfiguraron el mundo, y porque ambos inventos coexisten con mucha dificultad debido a que plantean paradigmas completamente diferentes.
1- La revolución no será televisada… será en Internet
Con el fin de la Segunda Guerra Mundial, y su sangrante peaje de más de 60 millones de muertos, las potencias mundiales occidentales (y, en cierta medida, también las soviéticas) decidieron crear una «clase media» que atenuara los conflictos sociales y que, a la vez, sustentara una economía basada en el consumo. Nacía así el capitalismo moderno a cuya enésima transformación nos estamos enfrentando hoy.
Un capitalismo definido, en primer lugar, como sociedad de consumo y, en segundo lugar, como sociedad de masas, necesitaba una herramienta de marketing global y masiva, y la naciente televisión cumplía a la perfección con este papel. La TV, de hecho, ha cumplido con este papel durante medio siglo de manera hegemónica y casi excluyente, relegando a otros medios (radio, prensa escrita…) a meros comparsas de menor peso. Durante los años 80 del pasado siglo se acuñó la frase «si no sale en la TV, no existe».
En sus continuos vaivenes, el capitalismo moderno ha mutado hacia una sociedad de masas llevada al extremo: la enorme clase media, pese a un empobrecimiento generalizado que comienza con la asunción, en los años 80, de los postulados neoliberales de la Escuela de Chicago, comienza a asumir de manera masiva la «democratización de los medios» gracias a una herramienta creada, en los años 60, al margen de todo marketing o decisión política, en el Massachussets Institute of Technology: Internet. Internet es hija de la Guerra Fría. Ante la posibilidad de un ataque nuclear, los EEUU buscaban una manera de evitar la pérdida de sus datos fiscales y gubernamentales. Internet fue la solución: los datos no eran físicos, sino bits de información circulando por una red de grandes ordenadores gubernamentales, académicos y militares. Era, pues, imposible acabar con ellos. Sin embargo, Internet comenzó a crecer a un ritmo exponencial tras la creación, en 1983, del protocolo TCP/IP, y, sobre todo, a partir de la creación del lenguaje de marcado HTML, en 1990, por parte del equipo de Tim Berners-Lee, en el CERN de Ginebra. Las posibilidades que abrían los nuevos lenguajes de programación y los nuevos protocolos eran casi ilimitadas: páginas web, directorios de archivos, foros, correo electrónico, intercambio de datos, boletines… Ante todo, Internet era participativa, rompiendo con la relación unívoca de la TV en la que el espectador es un ente pasivo: de repente, todo el mundo podía emitir sus mensajes en igualdad de oportunidades. La entrada masiva de capital a partir de mediados de los años 90 (la famosa «burbuja de las punto.com») no hizo sino demorar la revolución pendiente y, de paso, evidenciar que los criterios empresariales se habían quedado completamente desfasados y anticuados ante algo tremendamente nuevo y complejo: las empresas entraron en Internet como un elefante en una cacharrería, de manera salvaje, torpe, codiciosa y estúpida, y acabaron como era de prever: abandonando el barco al darse cuenta de que no conseguirían nunca dirigirlo. La revolución definitiva llega con la llamada «Internet 2.0», una nueva matriz de pensamiento en el mundo digital en la cual la base de todo planteamiento web es la participación masiva y continua: en efecto, Internet vuelve a sus inicios, pero con una tecnología mil veces más potente. El efecto inmediato de la Internet 2.0 son las llamadas Redes Sociales, cuyos exponentes más conocidos (Facebook, Tweeter, MySpace…) están modificando, incluso, los hábitos vitales del mundo industrializado. 
2- Francmasonería e Internet: el encuentro de dos mundosSin duda, este panorama de interconexión continua que es la actual Internet da al traste (o, al menos, modifica sustancialmente) algunos de los conceptos tradicionales de privacidad, discreción y anonimato. Si en la antigua Internet se hizo habitual la suplantación de personalidades, en la Internet 2.0 es casi imposible, pues el cruce de datos es tal que se puede saber quién es quién en pocos segundos: es por eso que, en las modernas redes sociales, los internautas se identifican con nombres y apellidos. En este paradigma, es normal que la Masonería (o, mejor dicho, sus miembros) puedan verse intimidados. Al fin y al cabo la Masonería es una sociedad que tradicionalmente busca la discreción, exactamente aquello que la nueva Internet amenaza con más claridad. Sin embargo, con las precauciones adecuadas y un conocimiento profundo del funcionamiento de las Redes Sociales, la Masonería puede beneficiarse enormemente de ellas, en más de un sentido. Cuando se habla de Internet, el profano digital suele pensar en páginas web. Sin embargo, Internet es un universo mucho más amplio y lleno de aplicaciones y posibilidades. Hace ya algún tiempo que todos nosotros utilizamos algunas. Hoy en día a cualquiera que ocupe el sitial de Secretario (S.·.G.·.S.·.) le extrañará encontrarse con un Hermano que no disponga de correo electrónico o e-mail. Rara será también la Logia, Gran Oriente, Obediencia o cuerpo Masónico que no disponga de, por lo menos, una sencilla página web en la que hacer pública su existencia y filosofía.
Estas dos herramientas básicas, pertenecientes a la primera Internet, son, sin embargo, infrautilizadas o directamente mal aplicadas en la mayor parte de casos. No es infrecuente ver páginas web con una navegación caótica, contenidos calcados a otras, visualmente pobres o directamente anticuadas. Tampoco es infrecuente el uso desorganizado del correo electrónico, las listas abiertas de remitentes, la escasa actualización de listas de miembros… Si ni siquiera hemos comprendido bien los alcances de la Internet primitiva, ¿cómo esperamos dar el salto a las nuevas Redes Sociales para nuestro provecho?
Para un uso consecuente de Internet y sus aplicaciones hemos de progresar en conocimiento técnico, pero también en conceptos clave de toda página web. Hemos de comenzar a encargar nuestras páginas a personal competente, se trate o no de Hermanos, y hemos de unificar estrategias no sólo dentro de una misma Obediencia, sino dentro de grupos más amplios. ¿Sabemos, por ejemplo, que un mismo diseño de página web, encargado por varias Logias, sale mucho más barato, y que da una imagen corporativa, seria y ordenada de la Obediencia? ¿Somos capaces de unificar imágenes, colores, tipos de letra y navegación sin comprometer la libre soberanía de cada Logia, a la hora de verter sus propios contenidos? ¿Tenemos la idea clara de cómo nos ve un profano que busca información? ¿Damos una imagen y un mensaje unívoco, claro, sencillo y actual? ¿Sabemos posicionar nuestras páginas en los buscadores para que aparezcan en la primera página de los resultados? Con respecto al uso interno de herramientas, debemos superar el nivel epidérmico que supone el e-mail. Es bien cierto que es una herramienta poderosísima, pero no es menos cierto que también podemos utilizar, para abaratar costes, telefonía por Internet, conferencias on-line para la toma de decisiones rápidas (aquellas que no precisan de una reunión formal) a varias bandas e incluso foros privados para debatir y/o exponer temas de orden administrativo. Mantener servidores FTP desde los que los distintos Hermanos puedan descargarse calendarios y otros documentos es una forma un tanto más avanzada pero factible de emplear la Red. Y todo esto forma parte de la Internet «primitiva». Veamos ahora qué son las Redes Sociales y cómo podría la Masonería emplearlas con provecho. 
3- Quien no tiene Facebook, no existe. 
No es así, evidentemente. Pero es un ejemplo perfecto para comparar con la frase histórica según la cual sólo existía lo que aparecía por TV. Las Redes Sociales están impulsando cambios profundos en la vida de muchas personas: reencuentros con compañeros de colegio tras decenas de años, contacto cotidiano con personas a miles de kilómetros de distancia, creación de clubes por afinidades y, en el caso de las nuevas generaciones, el completo abandono de la TV (a la que ven anticuada, aburrida y que no refleja su realidad inmediata). Así pues, el antiguo paradigma comunicativo unidireccional de la TV (y demás medios, como radio y prensa) está dando paso a un nuevo mundo de emisores y receptores múltiples, con más o menos cosas que decir, y en el cual se harán necesarias nuevas formas de priorización y categorización de contenidos. Estas Redes Sociales que forman parte de la mal llamada «Internet 2.0» han sido denunciadas por suponer, en muchos casos, una pérdida de intimidad y privacidad. Sin embargo, estas críticas vienen de los medios «amenazados» y olvidan un aspecto básico de estas Redes: que en todas ellas se puede restringir el acceso a la información que deseamos de varias maneras, y que la pérdida de privacidad se da sólo por propia voluntad o por ignorancia tecnológica. La Francmasonería, que técnicamente no es sino un colectivo de asociaciones ciudadanas conectadas y/o federadas, puede beneficiarse de estas nuevas Redes Sociales de la misma manera que un ciudadano: cada Respetable Logia puede hacerse presente en alguna de las Redes Sociales mayoritarias y elegir si sus miembros son visibles o no, y si, por otra parte, la pertenencia pública a la Logia puede restringirse también en el perfil de cada miembro. Mediante la presencia en las Redes Sociales la Masonería puede exponer su existencia, difundir mensajes a Hermanos y a profanos, apoyar y hacer frente común con determinadas causas, trabar conocimiento con Hermanos y Logias similares, mantener un calendario de fácil acceso y un sinfín más de posibilidades, sin comprometer su principio de no hacer proselitismo (principio sistemáticamente violado, todo sea dicho, en países de tradición masónica dogmática).
A la vez, la responsabilidad que recae sobre nosotros es la de estudiar las Redes Sociales y articularlas en nuestro beneficio sin comprometer la privacidad de aquellos Hermanos que no deseen ser identificados como tales, y respetando la soberanía de cada Respetable Logia, principio básico de nuestra institución.
4- Conclusiones
Al igual que cuando hablábamos de las aplicaciones básicas de Internet, debemos hacer un esfuerzo de claridad expositiva también en nuestro eventual acceso a las Redes Sociales. Hemos de pensar en el profano, no sólo en aquél interesado en acceder a la Orden, sino también en aquél cuyo interés no pasa de la mera curiosidad, o el que estudia los movimientos sociales y ciudadanos, o aquel que simplemente ha oído hablar de nosotros en alguno de los numerosos libros que nos han mitificado o intentado desprestigiar en los últimos años. Es nuestro deber, como miembros activos de la sociedad, dar un mensaje y una imagen transparentes, unívocos, claros, de quiénes somos y qué proponemos, y sería en nuestro provecho que lo hiciéramos de manera correcta, aprovechando las oportunidades que ofrecen las nuevas tecnologías, pero no olvidando nunca que la Masonería es vivencial, es decir, que todos estos instrumentos son sólo accesorios, y que la verdadera vida masónica se desarrolla dentro de cada Taller, mediante el Ritual y el libre y fecundo debate de ideas entre sus miembros.

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